17-02-2021
Por Virginia Rizzo
Licenciada en Ciencias del Ambiente – Directora del Observatorio Socioambiental
La turba es un es un recurso natural de la familia de los humedales característico de Tierra del Fuego y si bien todo el mundo sabe de su existencia, con mayor o menor grado de conciencia, para mucha gente no está en claro qué es concretamente la turba y qué usos industriales se le pueden dar. Una segunda arista de este característico recurso es que, al menos en Tierra del Fuego, nunca se lo consideró como un bien estratégico que haga necesaria su sistematización en un plan general de desarrollo.
Lo cierto es que las turberas cubren mas de 400 millones de hectáreas a nivel mundial y existen en todos los continentes, en diferentes latitudes y altitudes. Estos ecosistemas únicos, formados en zonas con climas húmedos y baja evaporación, se destacan por sus características excepcionales basadas en la capacidad de acumular y almacenar grandes cantidades de materia orgánica de origen vegetal en distintos estados de degradación anaeróbica. Así, se destaca la turba de Sphagnum y otras especies, bajo condiciones de alta saturación de agua permanente durante largo tiempo.
En términos generales, las características fundamentales de la turba están vinculada con su capacidad de absorber líquidos o, en su defecto, contener aire, por lo que es utilizada en muchos procesos productivos y también con fines médicos y cosméticos: confección de mantas absorbentes oleofílicas (para contención de hidrocarburos); filtros para tratamiento de aguas residuales; productos medicinales a través de fangos o barros; aislantes, entre otros. Incluso es también sumamente apreciada por sus características antibióticas pues se ha sabido extraer un compuesto fenólico llamado Sphagnol, el cual es utilizado como agente curativo de enfermedades de la piel. Como se ve, en muchos casos, la turba ofrece variados beneficios al hombre que forman parte de su cotidianeidad.
Pero más allá de sus características biológicas y sus posibles usos industriales, lo que nos interesa destacar es que Argentina y Chile poseen importantes extensiones territoriales de turberas, y si bien en el país vecino la gestión de estos sistemas alcanzan un muy buen desarrollo productivo, la gestión de nuestras turberas se han quedado en una etapa preindustrial o primaria que sólo ha buscado la conservación e intangibilidad del recurso, a la sombra de cualquier posibilidad de apoyo de las áreas gubernamentales y administrativas que pudiesen haber potenciado una círculo virtuoso de desarrollo productivo.
De esta manera, el sector productivo turbero local ha debido transitar diferentes dificultades para su desarrollo, en medio de fangos burocráticos y posturas influyentes de grupos academicistas o formadores de opinión pública detractores de la actividad productiva, atados a las lógicas perimidas del conservacionismo ecológico que nada tienen que ver con las modernas tendencias de las ciencias del ambiente.
No debemos pasar por alto que hablar de ambiente hoy en día, es también referirnos al equilibrio que debe existir entre las actividades antrópicas y la utilización del medio natural con miras a lograr desarrollos productivos sustentables y nunca con el conservacionismo inmaculado que se horroriza ante cualquier avance para el desarrollo de nuestra inmadura economía regional.
Miradas adentro y afuera
Y esto es así porque, miradas adentro, las turberas emplazadas en la Isla Grande de Tierra del Fuego constituyen ecosistemas de alto valor económico, ecológico y social, significando hábitats relativamente frágiles ante la intervención humana y es la razón fundamental por la cual se torna importantísimo lograr una gestión ambiental que permita el uso, manejo, y conservación sustentable de la turbera y sus sistemas complementarios, como el suelo y los cursos de agua.
Complementariamente, miradas afuera, nuestra Provincia es una delas regiones más importantes de Latinoamérica en cuanto a la disponibilidad de ecosistemas de turba, y por esta causa es fundamental avanzar en el uso racional de estos reservorios de carbono y agua dulce, dos elementos indispensables para el desarrollo de la diversidad biológica donde, siempre con los cuidados necesarios del caso, el hombre será el componente central y primordial de cualquier interacción.
Pasar revista a estos aspectos ayuda a comprender la importancia del recurso, las posibilidades que ofrece frente al desarrollo del sector económico y la necesidad de intervención en el marco de un plan de manejo sustentable. Por eso es sumamente importante tener en cuenta los principales aspectos del desarrollo productivo de una turbera y la necesidad de una política de Estado clara y determinante para apoyar y acompañar al sector no solo a través de la transferencia de conocimientos, sino también con la consolidación de áreas gubernamentales de planificación y aplicación específicas.
La importancia de la biorremediación
En términos de manejo y conservación del ecosistema natural, la biorremediación de turberas tal como se viene llevando adelante por el vecino país de Chile con altos estándares de efectividad, consiste en la corrección de la perturbación de las áreas utilizadas o afectadas por la explotación del yacimiento, de forma tal que las características del ecosistema vuelvan a estadios o fases similares al original, en el marco de un ambiente saludable y equilibrado para el desarrollo de la vida.
Tal activación sustentable requiere, desde ya, de decisiones políticas orientadas a incentivar un desarrollo novedoso y distinto en la porción central de la Isla y, como dijimos al inicio, con un enorme potencial en el desarrollo productivo y territorial de nuestra Provincia.
El desarrollo responsable de nuestras turberas es otra de las tantas posibilidades con las que contamos en Tierra del Fuego para lograr la siempre deseada diversificación productiva, en un medio geográfico muchas veces injusta e irresponsablemente saturado y en el que la concatenación de estrategias entre los sectores privados y público será fundamental de cara al futuro desarrollo productivo del sector.
Fuente: Diario Prensa
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